Caramelitos



“Me voy a casar con vos para que puedas quedarte” dijo Jana, temerosa por mi inminente partida del país. Tenía un adorno de torta entre sus manos pequeñas, una pareja de mujeres recién casadas. Estaban envueltas en el brillo pastel de sus ropas de fiesta. Un tul las protegía del tiempo. Una de ellas tomaba a la otra por la espalda, rozando sus cabellos semi recogidos, su mejilla, sus brazos como flores amarillas. Sus cuerpos unidos dulcemente desconocían forma alguna de sometimiento, eran caramelitos pegoteados en un día de verano. De sabores distintos, ella café, ella limón, parecían estar muy juntas en otro lado. Habían llegado a esa posición por causa de alguna curiosa fuerza gravitatoria de princesitas perfectas.

Tomé el obsequio entre lágrimas sin saber que abrazaría aquella promesa por siempre. 
Jusa

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